jueves, 19 de agosto de 2010

El alma de las normas

Educados bajo el vil y vacuo positivismo, hemos perdido la noción del alma de las normas. Es decir, ya no precibimos la necesidad de que, para que una regla sea jurídica, con verdadera fuerza de obligar, tiene que tener un sentido (generalmente de tipo "moral").

Ahora,  en cuanto existe un conflicto o en cuanto creamos un espacio de convicencia lo primero que hacemos es regularlos; crear normas en masa, sin más, en la creencia de que un grueso texto de estatutos traerá la paz social y el correcto uso del espacio o bien en cuestión. Tal vez esa paz se consiga  (muchas veces por puro aburrimiento ante el abrumador número de obligaciones y condiciones), pero el verdadero fin del derecho va más alla. Su objetivo es conseguir que el sentido común impere por encima de interes particulares. Se trata de las cosas funcionen bajo ese sentido común. A veces, para logarlo, lo mejor es precisamente prescindir de la norma o como mucho porponer un atisbo de norma; una pre-norma (sobre ello hablaremos otro día).

He visto en algúnos parque, por ejemplo, prohibiciones del tipo "prohibido comer". ¿Qué sentido tiene esa norma en un parque? ¿Comer una galleta es una infracción? ¿Se puso allí ese cartel por rellenar; porque las cosas nos parecen más serias y oficiales si hay carteles que prohiben?

No hay comentarios:

Publicar un comentario